domingo

Llega mucho después de lo estipulado y en su cara se esconde una casa de principios de siglo pasado, llena de puertas altas que no son ella . En la parte de atrás hay tres limoneros, pasto hasta la nuca y una enamorada del muro (el del fondo). Habla perdida en su propio diálogo desde el sillón de mi casa, evoca su pasado con ganas de bolero y me paraleliza, me vuelvo una sonrisa diferente proviniendo de un cuerpo diferente. En la puerta del placard hay un espejo, que de estar entreabierta reflejaría el sillón del comedor. En ese sillón a veces se sentaría alguien que sólo se puede ver mirando de costado y de un golpe.
_Es que yo le hice la vida imposible a esa señora cuando era chica y ahora que no quiere dejar mi casa.




















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Hay ciertos muebles que vibran por efecto, imperceptible para los pies, de la fabrica de al lado. Hacen un ruido persistente, agudo y pequeño, como un grillo o una chicharra afónica. Me obsesiona no poder sentir el vibrar de las paredes con los dedos, los codos o la cabeza. Su onda expansiva me empuja los tímpanos pero no la piel, me modifica el cuerpo de extrañas formas sensoriales pero no lo toca, directo y contundente, como todo lo que tira y pesa.
La escucho como las otras miles de veces sin hacer interrupciones, hasta que empieza a tratar de cabalgar los miles de límites de mi calidad de oyente. Despierto el corte abrupto que rompe con la somnolencia del diálogo y la devuelve.




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