viernes

I
Cantaba disimulada, apoyada la boca sobre su puño, como si se mordiera los dedos, mirando inquieta de un lado al otro del escenario. Su cerebro en aceleradísima acción me llegó hasta golpearme.
Después de mucho tiempo puedo decir que la deseo de todas las formas posibles. Diferentes tipos de deseos que van mutando y combinándose, van encontrando nuevos lugares, agregándome nuevos gestos, creando desavenencias entre los materiales con los que fabrico el presente. Lamento verla siempre bajo una luz tan tenue. Que el lugar del encuentro sea de tanto ruido.

II
Hablo como puedo. Como puedo contesto a una lengüita de serpiente que me chicanea siempre un poquito más. Soy presa de su mitad académica, de su mitad reptil ofidio, de su sonrisa ladeada y su absorbente necesidad de ser aceptada. Baila con una destreza admirable entre mis límites y me mezcla con su baba.
No hay sobresaltos. No hago aclaraciones pertinentes. Todo transcurre. El bar se llena y la chica que cantaba bajito ahora habla a los gritos en la otra punta de una mesa larguísima. No sé si sabrá que a su novia le gusta morderme las cervicales cuando ella se aleja, pero es bastante ingrato de su parte dejarla suelta, de lengua y cuerpo, tan cerca de mi nostalgia.